DEL EJERCICIO MÉDICO RURAL AL SUR DE EUROPA A MEDIADOS DEL SIGLO XIX EN LOS ESCRITOS (1844-1849) DEL CIRUJANO DE VERA MANUEL VICENTE MARTÍNEZ
Por
JOSÉ ANTONIO GARCÍA RAMOS
Licenciado en Medicina y Cirugía
De la Sociedad Española de Historia de la Medicina
I. INTRODUCCIÓN
Si existen pocos estudios sobre la Historia de Vera a mediados del siglo XIX de los que solo he podido localizar los datos de Madoz , datos aislados en Ochotorena y el trabajo de Guillén Gómez (referente a los años 1818 a 1821 del siglo XIX) mucho menos hay referencias, datos o estudios publicados sobre la medicina en esta ciudad durante este mismo periodo. Este último tema se encuentra totalmente inédito para este tiempo y para este espacio: Medicina en Vera a mediados del siglo XIX.
Es por eso que he considerado interesante el presente estudio en cuanto que en el se ofrecen documentos originales sobre el estado sanitario, el ejercicio profesional, las condiciones de trabajo de los profesionales de la salud, los aspectos científicos y la terapéutica de entonces a través de los escritos del cirujano Manuel Vicente Martínez personaje curioso, culto, atrevido y osado que ejerció en Vera como cirujano titular al menos desde 1843 y hasta 1849. El estudio de sus artículos publicados todos en el periódico médico LA UNIÓN órgano de expresión de la Academia Quirúrgica Matritense va a servir para un acercamiento a la realidad social de la Vera del siglo XIX a través de su historia médica en un medio en que predominaba mas que nada la pobreza y el atraso cultural en una tierra inhóspita donde a veces era difícil hasta sobrevivir.
El siglo XIX tanto en la provincia de Almería como en el resto de España al sur de Europa, estuvo poblado en lo rural de un excesivo y complejo número de profesionales sanitarios con diversas titulaciones y categorías muchos de ellos sin adecuada formación y con muy exiguos medios para desarrollar su labor. Hacia mediados de siglo hubo un inmoderado número de médicos de fácil titulación, que además tenían que luchar contra charlatanes, intrusos curanderos, herbolarios, parteras, brujas, supersticiones, todo ello con un casi total desamparo sanitario por parte de las autoridades También hubieron de luchar contra las epidemias, el hambre, el analfabetismo y otros problemas sociales de la población, viéndose envueltos en las luchas entre las diversas. Clases sanitarias. Este último fenómeno ha sido ampliamente estudiado por Albarracín Teulon .
Cirujanos romancistas, cirujanos latinos, cirujanos de segunda clase, de tercera clase y hasta de cuarta clase: boticarios, flebotomianos, sangradores, barberos, parteras, drogueros, herbolarios y curanderos , todos tenían algo que ver con el quehacer sanitario para ganarse la vida.
Esta problemática es la que se plantea en su fundamento en la mayor parte de artículos mandados al periódico médico La Unión por Manuel Vicente Martínez. Es un asunto en que algunos médicos de la ciudad y otros del medio rural toman parte: la polémica que en el ámbito nacional se suscitó sobre la unificación de las clases sanitarias. En las ciudades sólo algún médico de nota vivía acomodadamente asistiendo a las clases pudientes. En el medio rural solían vivir la mayoría de los profesionales algo pobremente. Al menos hasta el último tercio del siglo el médico no alcanza cierto prestigio social y económico. En Vera sin embargo dos médicos alcanzan cierta relevancia social en el tiempo que estudiamos: Salvador González Pérez que fuera primero teniente de alcalde (en 1845 y años anteriores) formando parte de varias comisiones municipales y llegando a alcalde en 1849 y Tomás Latorre Campoy , que llegó a ser alcalde pedáneo de Garrucha tras la segregación de Vera.http://garciaramosmedicosalmerienses.blogspot.com/search/label/LATORRE%20CAMPOY%20Tom%C3%A1s%20%28Siglo%20XIX%29
La medicina rural de estos tiempos era una medicina sin medios. Los sanitarios ejercían aislados en los pueblos, luchando contra el atraso, contra la miseria y contra las epidemias. Todos practican la medicina y la cirugía en un medio inhóspito, cuando no primitivo, a pesar de que algunos tenían alta cualificación profesional y buena preparación tanto teórica como práctica.
Poseemos al respecto un texto muy significativo sobre las condiciones un tanto penosas y precarias en que los médicos y cirujanos rurales trabajaban. Es un comunicado que el cirujano de la ciudad de Vera Manuel Vicente Martínez envía en 1845 a La Unión órgano de la Academia Quirúrgica Matritense, a la que pertenecía como socio corresponsal en Vera, en el que entre otras cosas dice:
"los fríos del desapiadado(sic) invierno, los molestísimos calores del enfermizo Si el facultativo de partido, siempre paciente, resignado y pobre, trabaja sin descanso en los pueblos aldeas y aun desiertos: si trepa los riscos, atraviesa montañas, pasa junto a los precipicios, se espone(sic) a ser presa de las fieras, y penetra sin temor en asquerosos chirivites y zahúrdas infectas : si de su vida y persona no puede disponer ni un momento: si todos se creen con derecho a mandarle sultánicamente: si tolera con estoica calma el insulto e ingratitud de aquellos a quienes mas favores tenia dispensados, y cuya vida conservan los desvelos y la ciencia, si se desafía enérgicamente los glaciares estío, la destemplanza de todas las estaciones, si se espiritualiza a la cabecera de sus enfermos, y es primero que nadie(entre todas las clases) quien paga tributo a la muerte, todo por conservar la vida de sus semejantes, ¿ que derecho no tiene a la gratitud de sus conciudadanos y al disfrute de una elevada consideración social?
2. EL PERSONAJE
MANUEL VICENTE MARTÍNEZ es un personaje curioso de la Medicina española decimonónica en general y de la almeriense en particular. No tenía pelos en la lengua y en cuanto a lo profesional sin duda era osado.
De este personaje “profesor en Cirugía”, sabemos hasta ahora que llegó desde Murcia a ocupar la plaza de Cirujano Titular de Vera, puesto que ocupa desde 1843 y hasta 1849, año en que renuncia a la titular por la persecución que sufre por las autoridades municipales y judiciales del pueblo.
De la fecha de llegada a Vera hacia 1843, existe constancia en las Actas de sesiones municipales de 1845 y en uno de sus artículos de 1848 cuando refiere, “que piensa ir haciendo una pálida reseña de los partos que ha asistido, en los cinco años que hace se estableció en esta ciudad.”
En 1845 figura como cirujano titular de Vera (AMV Actas de sesiones de 1845) formando parte además de las Juntas de Sanidad y de Beneficencia del Ayuntamiento de Vera junto a otros personajes así, como junto al “médico consultor”que en este momento era Don José de la Torre Campoy que además era subdelegado de Sanidad
También figura como cirujano titular de Vera entre el personal de la municipalidad en las actas capitulares de 1848 y 1849, pero no figura formando parte en estos años de las Juntas de Beneficencia ni de la de Sanidad, siendo que el médico titular don José Latorre Campoy si figura en ambas Juntas. En 1845 era médico titular de Vera Don Salvador González que era además teniente de alcalde y formaba parte de varias comisiones municipales. Era pues este Don Salvador González una persona muy influyente que accede a la alcaldía de Vera en 1849 ostentando a la vez que el puesto de alcalde, el de subdelegado de sanidad. Don Salvador González, médico y alcalde y Don Mariano Valdenebro (juez) hacen que Manuel Vicente renuncie a la titular de cirujano de la ciudad en 1849 como veremos mas adelante. http://garciaramosmedicosalmerienses.blogspot.com/search/label/GONZ%C3%81LEZ%20P%C3%89REZ%20Salvador%20%28Activo%20hacia%201845-1850%29
Manuel Vicente Martínez fue un “instruido cirujano” y “excelente pluma” al decir de sus contemporáneos. Socio corresponsal de la Academia Quirúrgica Matritense , también perteneció a la Sociedad de Ciencias médicas de Lisboa. En La Unión de Domingo 4 de Febrero de 1849, nº 66 p.53, comunica que han sido nombrados de la Sociedad de Ciencias Médicas de Lisboa los que los son ya de número se la Matritense. Entre ellos se encuentra D.M. Vicente Martínez, de Vera...Con motivo de éste nombramiento envía un oficio a la Academia Quirúrgica Matritense dando gracias por haberle sido favorecido con dicho diploma, manifestando que como hasta la fecha, procurará no desmerecer el concepto que de él tiene formado la Academia (En La Unión, de 11 de Noviembre de 1849),p.513.
En la página 319 (La Unión de 1848)) aparece su nombre como subscriptor en favor del “asunto Tejada"(Tejada y España, Félix ) con 32 reales.
Los nombres de los otros médicos de Vera (Salvador González Pérez, José Latorre Campoy y Tomás de la Torre entonces no aparecen en esta suscripción popular)
3. LA VOZ Y LA LABOR DE LOS CIRUJANOS DE PARTIDO
En la Revista médica La Unión, órgano de la Academia Quirúrgica Matritense, del año 1848 Manuel Vicente Martínez, hace una comunicación, de dos páginas en defensa de los cirujanos, Por éste y otros artículos fue considerado como uno de los mejores defensores de la clase quirúrgica.
Manuel Vicente pertenecía dentro de la clase quirúrgica a la rama sanitaria de los cirujanos latinos como cirujano de primera clase. Estos cirujanos frente a los llamados “médicos puros” solo se dedicaban a tratar afecciones externas. Hacían la traumatología, la obstetricia, los partos, la cirugía menor y mayor y las afecciones externas. Podían aplicar remedios de carácter externo o paliativo, no así medicamentos compuestos en farmacia que no podían recetar por mor de ser llamados intrusos en la medicina y poder ser denunciados por los “médicos puros”. En estas controversias se debatía Manuel Vicente Martínez en el órgano de expresión de la Academia Quirúrgica Matritense a la que manda artículo tras artículo (rayando alguno de ellos en la verborrea) que se publican durante los años de 1847 a 1849 y en los que se relatan sus experiencias, sus polémicas con médicos de otros partidos y los del suyo propio. Y sobre todo escribe varios artículos a favor de la defensa de la clase profesional de los cirujanos. Por último se explaya en una larga disquisición en la intervención profesional sobre la hidrartrosis del Juez de Vera, que le cuesta renunciar a la titular, como se verá.
Su válvula de escape para tal vez el aburrido y desesperante o monótono o aislado o solo o incomprendido ejercicio en Vera, eran estos largos y abigarrados artículos que envía con relativa frecuencia a la revista La Unión como justificación de sus éxitos, de sus fracasos y de sus cuitas profesionales. Es de señalar que la referida revista era el máximo órgano de expresión de la clase quirúrgica de ámbito nacional. Los artículos y comunicados sobre los que voy a trabajar son unos diez. Todos fueron publicados en La Unión durante los dos primeros años de esta publicación:
1848 y 1849
He de hacer resaltar que estos diez artículos, son tal vez los primeros escritos localizados, publicados en una revista médica periódica de ámbito nacional por un profesional de la Medicina almeriense en toda la Historia.
La prosa de este cirujano es de una gran viveza y agilidad, de una gran eficacia comunicativa, tanto en las extensas descripciones que realiza como en la argumentación o defensa de sus actuaciones. Una prosa incisiva, provocadora e insultante en algunos casos, que debería estar muy en consonancia con su personalidad y su carácter. Hombre de talento, sin duda, le molestaba sobremanera el intrusismo profesional y la incuria dejadez o ineptitud de las autoridades sanitarias comarcales y locales. Tiene fe, seguridad y confianza en su talento, que sabe muy por encima de la mediocridad del atraso, el fanatismo, la ineptitud y la incultura que le rodeaban y, por si fuera poco la envidia de los colegas. En semejante ambiente o entorno, poco o nada tenía que hacer en Vera o en cualquier otro pueblo de la comarca. Hombre de carácter fuerte y valiente que no le importa decir la verdad de lo que piensa, a pesar de las consecuencias que ello le acarree. Su prosa es expresión de su profesionalidad, de su valentía y de la seguridad en su talento.
De entre sus escritos seleccionaré aquellos párrafos que concretamente nos den una mejor idea sobre la medicina rural y su ejercicio en la comarca de Vera durante los años de 1844 a 1849.Por eso comentaremos más ampliamente algunos, dejando sin comentar otros, que aunque extensos por ser tan explícitos no necesitan comentario alguno.
El cirujano Manuel Vicente acudía, como buen y afamado profesional a los pueblos vecinos de Cuevas de Vera o Huércal-Overa, a asistir a enfermos y partos cuando era llamado. También le traían enfermos desde distintas localidades hasta Vera para que los curase. (Cuevas, Águilas, Lorca...).Por éstas razones sostuvo disputas con médicos y cirujanos de pueblos vecinos. Concretamente tuvo una con el cirujano de Huércal-Overa Jerónimo Ortuño http://garciaramosmedicosalmerienses.blogspot.com/search/label/ORTU%C3%91O%20Jer%C3%B3nimo%20%28%20Siglo%20XIX%29a quien denuncia el 12 de marzo de 1848 en un larguísimo comunicado publicado en La Unión (p.121).Transcribo parte de dicho documento, testimonio importante en cuanto retrata el estado tensiones, conflictos y pendencias de la Medicina rural en la España del siglo XIX por la falta de delimitación profesional de las clases sanitarias fraccionadas y el intrusismo. Pendencias como ésta llevaron en alguna ocasión hasta el asesinato como así ocurrió concretamente en Berja en el año 1852
Parió la señora en ausencia del ansioso comadrón, pero tuvo el atrevimiento de presentarse a ver a la puérpera, luego que supo...(etc.) que con los pestíferos miasmas que exhala, emponzoña la atmósfera que hemos de respirar...No hay reputación ,por respetable y bien adquirida que sea, que no se halle al alcance del anillo destructor de este hijo espurio de Esculapio: ni el profesor encanecido, ni el joven activo y estudioso, ni el práctico consumado con quienes directa ó indirectamente tiene algún contado , están á salvo de su maléfica influencia, ocasionándoles disgustos amarguísimos, e hiriéndoles de muerte en lo mas sagrado del honor: ni esa candorosa virgen, quien rehúsa por pudor contemplar sus elegantes y seductoras formas, ni la tímida esposa que siente con inefable emoción latir en su seno el legitimo fruto de su amor, ni el interesante parece que se desvive velando siempre por la conservación y porvenir de sus hijos, ni el venerable anciano que contribuyó a dar a su patria muchos (días de gloria, y que tantas lágrimas ha de collar su próxima muerte, son para el mal hijo de la ciencia, objetos respetables; pues al paso que con su lenguage soez escandaliza á las primeras,(...) aterroriza á mas á las segundas, enunciándolas enfáticamente un parto mortal, sino se valen de él luego que se inicie; pronostica brutalmente á los otros el fatal término de su enfermedad, asegurando que padecen afecciones que ni por sueño tienen, y sacrifica á los últimos y á todos, con exorbitantes esacciones anticipadas que su talento está muy lejos de merecer: si, de merecer ; porque lo que justamente merece , es, que una mano de hierro le arranque del cuerpo médico á quien ofende , y le arrastre tan lejos de nuestra comunión, que ni los hombres ni los tiempos puedan recordarnos su odiosa y fatídica memoria
Recaba la ayuda de sus compañeros de Cuevas de Vera, para entre todos corroborar la denuncia y desprestigiar al que ellos consideraban intruso.
Cuatro profesores de medicina y uno de cirugía, establecidos en Cuevas, saben muy bien, que el de cirugía a quien aludo, y cuyo nombre no dejaré en el tintero para que de todos se conozca, con quien han tenido la lamentable desgracia de hallarse alguna vez en contacto, les ha perjudicado en su buena v bien merecida opinión, ya asegurando a los interesados que no habían conocido la enfermedad ya que si con tiempo se hubiesen valido de sus conocimientos, no moriría el enfermo, ni su dolencia habría llegado á hacerse temible y ya haciendo arrojar la medicina que tenían ordenada: jamás tuvo la
Instrumental obstétrico del siglo XIX
indispensable atención de consultarles cuando estaban encargados de la asistencia de la paciente como facultativos de cabecera .Así a mansalva, vil y traidoramente, como el que espía la víctima para herirla por la espalda, se ceba ferozmente en la reputación de sus comprofesores, sin respetar siquiera los muchos años de asidua y bien aprovechada práctica, y las venerables canas de algunos. Hubo una ocasión (no lejana por cierto) que empeñado el hombre en asistir al parto de una señora de Cuevas, abandona su pueblo, y constituyéndose en casa de la embarazada, estuvo 28 días esperando la hora apetecida contra la voluntad de los miembros de ella, pues a pesar de las claras insinuaciones de disgusto que le manifestaron, no se apercibió de ellas, mejor no quiso apercibirse, ni dejó su puesto, basta que le espulsaron (sic) terminantemente, diciéndole que se marchara y que cuando ocurriese la novedad se le avisarla. Parió la señora en ausencia del ansioso comadrón, pero tuvo el insolente descaro de presentarse a ver la puérpera, luego que supo su feliz alumbramiento sin ser llamado espresamente. ¿Podrá darse mayor cinismo? ¿Qué podrá inferirse de este hecho? déjolo á la consideración de los facultativos, cada uno lo calificará según merece. ¿Y qué creen ustedes que hizo de aquella casa durante su criminal holganza? Pásmense ustedes señores redactores! ¡Atúrdase todo el mundo médico!, se entretenía en las veladas a leer a la familia (entre quien, creo, había una inocente joven) y explicar a su modo, un libro de obstetricia: cierto, que sus oyentes no comprenderían el valor y significación del texto; pero ¿Cuántas palabras no herirían rudamente su delicadeza? ¿Cuántas expresiones no ruborizarían a la inocente. y bien educada joven que las .oía? ¿cuántas veces no sintiera que taladraban sus oídos con una saeta ardiendo? ¿Podrá calcularse el daño que se le causaba? Solía dormirse la familia con la monótona é incomprensible leyenda, y cuando lo notaba el señor de quien me ocupo, la despertaba esplicándola, aclarándolo que había leído. Es preciso haber llegado al estremo (sic) de la degradación y barbarie, para observar una conducta tan innoble tan repugnante é inmoral; mas, el héroe, el protagonista de esta comunicación es capaz. de mucho mas, siempre que crea alucinar á los incautos y darse importancia entre los profanos ó que le haya de reportar algún lucro; ¡cuánta miseria!
Así culmina la denuncia contra el cirujano Jerónimo Ortuño
Uno de los días del mes de octubre del año 1845 se me llamó por un caballero de Cuevas para que con mis amigos y dignos compañeros don José Cotansalmerienses.blogspot.com/search/label/COTAN%20MOLINS%20Jos%C3%A9%20%28Activo%20en%201836%29, don Francisco Caicedo y don Vicente Juan y Blaneshttp://garciaramosmedicosalmerienses.blogspot.com/search/label/JUAN%20Y%20BLANES%20Vicente%20%281812-1885%29 terminásemos lo que debía practicarse en un caso de metrorragia consecutiva al parto que padecía su esposa, sin haber espulsado (sic) las secundinas: de común acuerdo, procedimos á la extracción(sic) de aquellas, y habiendo operado con facilidad y buen resultado , quedó la parturienta en disposición de constituirse pronto en un nuevo estado interesante; en efecto, se hizo embarazada, y teniendo ocasión de hablar con el cirujano cuyas proezas relatamos superficialmente, la aseguró en tono de oráculo, que volvería á sufrir otra hemorragia mas terrible y peligrosa que la primera, si con oportunidad no se le llamaba á asistir al parto:» el fatídico pronóstico, que tan angustiosos días produjera á la señora, no solo no se cumplió, sino que tuvo la suerte de no esperimentar otro síntoma atendible, aunque el intencionado profeta no presenció su derrota. No quiero reflexionar sobre este hecho por no molestar mucho, por no hacer muy largo este comunicado, y porque de indignación se cae la pluma de la mano, al considerar la degradante miseria del hombre que desgraciadamente contamos en el número de los cirujanos. No quiero tampoco denunciar otros mil casos en que puedo probar, y que son, si cabe, mas feos que los que dejo indicados, porque mientras me ocupo de ellos, se me agolpa la sangre á la cabeza, padezco cruelmente, y creo que por todas partes me asedian aceradas puntas encendidas; con todo, para que las autoridades competentes llagan caer sobre el transgresor todo el rigor de las leyes, que tan ofendidas y pisoteadas tiene, es indispensable publicar su nombre, aunque al pronunciarlo haya de sufrir amargo dolor y una sensación de quemadura en los labios: vive en Huércal-Overa cabeza de partido judicial, es el titular y se llama don Gerónimo Ortuño.
Esta denuncia contra Gerónimo Ortuño (1848) la firman los cirujanos de Cuevas, José Cotan , Francisco Caicedo , Vicente Juan y Blanes y Vicente Martínez, en Vera ( La Unión, pp.121-122.)
Y como colofón añade:
Después de firmado este comunicado he sabido, que la familia a quien el charlatán autorizado leía por las noches el libro de partos, se compone de una señora mayor y dos jóvenes hijas casadas: desde luego se ve, que esto no disminuye la gravedad del hecho
Desde Vera (23 de abril de 1848), envía la comunicación. "Erisipela flegmonosa (o flemón difuso de Dupuytren), en la casa y región supra-craniana, producida por la acción de los rayos solares. Curación"
(Este trabajo nos demuestra como he dicho antes que el prestigio profesional de nuestro hombre era grande en la comarca, ya que no solo acudía a otras localidades a visitar enfermos sino que se los traían hasta Vera para que los tratase)
"Antecedentes:—Andrés de Rosa. joven de 18 años de edad. de baja estatura constitución regular, temperamento sanguíneo e idiosincrasia hepática no había padecido mas enfermedades que las infantiles Estuvo expuesto todo el verano del ano próximo pasado a la enérgica y abrasadora influencia del sol que, como se sabe. es tan violenta como en la costa de África. Repetida la causa tantas veces como transcurrieron días desde el 1 de mayo hasta mediados de agosto, y siendo progresivamente mas continuos é intensos sus lucientes rayos, produjeron al fin una enfermedad .cuya historia pienso hacer, aunque imperfectamente » y cuya sintomatología es como sigue:
Hacia ya tres ó cuatro días que observaba malestar, cansancio, laxitud é inapetencia .cuando en uno de los calurosos días de agosto. en medio del dilatado y árido campo de Lorca a cuya ciudad se dirigía, esperimentó (sic) una molestísima y urente picazón en el párpado inferior derecho, que le obligó a rascarse bruscamente y repetidas veces tan pocos minutos; no tardó en sentir (...)una sensación de quemadura: seguida de una tumefacción tan considerable, que al llegar al pueblo indicado, ya no podía servirse del ojo derecho r-n razón de fine los párpados estaban inmóviles por la inflamación, y un escalofrió bastante largo y violento...
Describe detalladamente la sintomatología de la afección y posteriormente el método curativo en el que emplea sangrías, sanguijuelas, lavativas y otros procedimientos al uso de la época como la realización de extensas incisiones sobre el flemón siguiendo el método de Hutchinson tras la supuración del “pus loable”
a pocas horas de habérsele hecho una sangría de ocho onzas púsose en camino, y llegando á esta ciudad las siete de la tarde del día16 y segundo de sus dolencias se me llamó para que me encargase del tratamiento (…). “Colocado pues en la cabecera del enfermo postrado creí a primera vista que la enfermedad con la que tenia que luchar era una pústula maligna que con tanta frecuencia aparece en este país durante los fuertes calores.
El enfermo finalmente cura con éxito a pesar de que lo que se pensó era una “pústula maligna” resultó ser un “flemón difuso de Dupuytrem”.
Otro artículo: "Una voz a los cirujanos" firmado en Vera el 12 de marzo de 1848 (En dos números, publicado también en la revista El Regenerador, año, 1848) vuelve a la problemática de los cirujanos rurales, que aborda con manifestaciones de carácter político y hasta revolucionario. Es de notar en este artículo la ampulosidad y la prosa culta de esta pluma veratense del siglo XIX donde con ribetes de discurso políticamente duro y ultraliberal llama a los cirujanos a la unión profesional a la vez que arremete con palabras duras en extremo contra las clases dirigentes, en especial contra los alcaldes y los subdelegados de medicina. A los alcaldes los llama entre otras cosas “calzorras”: calzonazos. Dado que se sabe que los profesionales de los pueblos en este tiempo estaban a merced de los caprichos de los poderes locales de turno, iglesia, jueces y sobre todo alcaldes y subdelegados de sanidad llama a los cirujanos a una lucha abierta en defensa de sus derechos pues los decretos de 1836,1843 y 1844 en nada favorecen a la clase quirúrgica mientras favorecen claramente a la clase médica.
La redacción de la revista cuando nuestro hombre envía sus comunicados, sus comentarios y sus artículos, los reconoce siempre y le anima a que continúe su labor en pro de la clase quirúrgica publicando y alabando todos los escritos que en este sentido el cirujano de Vera remite. La clase dirigente sanitaria de Madrid tiene en su “excelente pluma” y sus “pocos pelos en la lengua”... un inconmensurable apoyo
Con este título se nos ha remitido el comunicado que insertamos a continuación. escrito por nuestro colaborador corresponsal el señor Martínez ya conocido de nuestros suscritores por lo que de este comprofesor ha visto la luz pública en La Unión y antes en El Regenerador, se recomienda por si solo. Como en la mayor parte de sus trabajos se nota el entusiasmo que le anima en bien de la clase quirúrgica este laudable fin este deber de todo cirujano, con la consideración de las amarguras á que están sujetos los profesores de partido, sobre todo los de cirugía, victimas de un sistema sanitario absurdo, autoriza para que se tome en cuenta la voz que, con los mejores deseos, dirige á sus cohermanos. Esperamos no sea perdida y que formando un cuerpo compacto bajo la salvaguardia de la respetable Confederación, cuyos ilustrados miembros ocurrirán sin duda lo que sea justo logremos al fin regenerar la clase y armonizar los intereses de todas las categorías de profesores entre las que conviene establecer una unión sólida é indestructible”
El comunicado a que se refiere el comentario anterior es un discurso liberal casi revolucionario antiabsolutista y de tintes ciertamente románticos y dice así (no tiene desperdicio)
Si el enorme y deprimente peso de las cadenas impuestas por el inconsiderado egoísta y estremado (sic) absolutismo, despierta la sensibilidad de las masas que por mucho tiempo durmiera, siendo tolerable aquel: si los pueblos de todas las latitudes, fisonomías y costumbres cansados de esperimentar(sic) pacientemente arbitrarias persecuciones, injustos y aflictivos ostracismos y horrorosas privaciones en medio de la práctica de las virtudes y de su constante trabajo se alzan como un hombre solo, sacuden el yugo que los oprima y aniquile y destrozan con sorprendente rapidez los déspotas que los ridiculizan, y que, como insaciables vampiros chuparon su sangre para desperdiciarla á torrentes en repetidos festines, que llaman de gran tono (pero que no son otra cosa que un insulto a la miseria pública y pabu1o de la corrupción y libertinage(sic) y en orgías cada cual mas crapulosa: si la sociedad toda y cada una de sus clases, pugna denodadamente por reconquistar sus derechos tan repetidas veces monopolizados, y se afanan ávidamente por conseguir paz, independencia, consideración, seguridad individual y bienestar: y en fin, si desde la orgullosa e infatuada aristocracia, , hasta los de más pobre, aunque honrada cuna trabajan sin descanso por conservar aquella; las prerrogativas y consideraciones que disfrutan, y á las que muchos no son acreedores, y por adquirir estos los imprescriptibles y sagrados derechos, que como á hombres les pertenecen y que imperiosamente reclaman la justicia y naturaleza ¿porqué hay aun tantos cirujanos que no se han adherido al movimiento general, y particularmente, al que se observa en su clase, dado á todos, por el siglo XIX? ¿Por que habéis de permanecer, comprofesores, por más tiempo en esa indolencia y culpable inercia, y como sentados siempre en el degradante banquillo de los acosadores? ¿Hasta cuando consentiréis ser el escarnio de vuestros perseguidores y continuareis atados al funesto carro de vuestra perdición? Destruidos é intransitables para vosotros lodos los caminos de engrandecimiento; lanzados ignominiosamente de los destinos decentemente dotados; cubiertos de asquerosas diatribas; señalados con impropios, vulgares y ruines epítetos; vigilados como sospechosos; abandonados á vuestras propias fuerzas, y confinados en los miserables partidos u merced de la intolerancia y brutales arrebatos de un tío calzorras (calzonazos),nos hacen sufrir incalculables amarguras, y una agonía lenta, pero espantosa, desgarrando cien veces el corazón: no hay uno entre vosotros, que haya dejado de proferir los groseros insultos del alcalde, la punible intolerancia y sarcástica indiferencia del subdelegado.....”
En otra ocasión intercede tanto a favor de la consideración social de los cirujanos como por la unificación de las clases sanitarias haciendo una llamada a que sean castigados los que obren en contra de la moral y de la ética profesionales y abogando porque sus palabras sirvan para el arrepentimiento del cirujano de Huércal-Overa, Jerónimo Ortuño.
¿Con qué justicia reclama una decente retribución a sus importantes e inmensos sacrificios? ¿Quien con tanta razón como el acreedor a que se le asegure estabilidad en un partido que tiene sus precisas necesidades, con arreglo al lugar que por su sagrado ministerio debe ocupar? ¿Es justo, es político siquiera que se halle desatendido, olvidado despreciado, á merced de un “alcalde de monterilla , que es incapaz de conocer lo que vale? ¿Es humano tolerar los abusos y prodigar protección á curanderos, para que al profesor no le sea posible proporcionar á sus hijos el necesario pan? ¿Es prudente conservar las odiosas denominaciones, cuando con estas se perpetúan las rivalidades? ¿Por qué no se ha de hacer justicia a todos, teniendo presente la capacidad de cada uno? Necesario indispensable es que llegue el día de la reparación, del castigo (....) si alguno de sus individuos no se condujera con aquella dignidad que cumple al sagrado ministerio que profesa, aplíquesele una severa corrección y elimínese (si es preciso) del cuerpo á que pertenece como miembro podrido de él; pues, donde todo es grande, noble y digno, no puede haber mancha, ni cabe el mas pequeño lunar. Esto es lo que esperamos haga la confederación médica española, y algunas otras cosas, que no olvidara tan sabia y filantrópica asamblea, mereciendo entonces bien de la sociedad toda, y de las clases médicas en particular-
Si creen vds- señores redactores, que es conveniente insertar en una de las columnas de La Unión esta comunicación, háganlo, seguros de la verdad de los hechos denunciados, viendo al mismo tiempo, si con su publicación, ó del modo que sea mas oportuno, se logra el arrepentimiento y enmienda del cirujano titular de Huércal-Overa. —Vera 24 de enero de 1848, Manuel Vicente Martínez.
En Noviembre de 1848, remite otro comunicado a La Unión sobre un caso de observancia del enfermo señor Cano Gallur de Vera (este comunicado parece no se publicó este año). En el nº del domingo 24 de diciembre de 1848 en la sección de “correspondencia” de inserta una carta que se titula a“Sobre la circular del gobierno de Álava fechada en Vitoria a 6 de diciembre de 1848 donde se reitera en la defensa de la clase quirúrgica por pensar que esta circular de Álava estaría destinada a destruir por completo a la clase quirúrgica.
Un artículo de La Unión, de 8-IV-1849 nº 75, pp. 111, de Ramón de Gardeazabal: "Resultados benéficos del Reglamento de Sanidad interior del reino", se hace eco las comunicaciones anteriores de Manuel Vicente Martínez sobre intrusismo.
En La Unión de 11 de Nov. de 1849, se publica una carta fechada en Vera a 28 de septiembre de 1849, sobre la disposición última respecto a las profesiones sanitarias de Agosto de 1849, con la que no se muestra en absoluto de acuerdo, por creer que perjudica, tanto a médicos como a cirujanos puros
En esta carta refiere su experiencia sobre el ejercicio profesional de las provincias de Almería y Murcia
4. LA AMPUTACIÓN DE UN BRAZO
Manuel Vicente Martínez demuestra ser un valiente y reputado cirujano.
En el artículo "Enormes magullamientos de varias partes del cuerpo y accidentes consecutivos y graves complicaciones amputaciones del brazo derecho Curación", relata las lesiones y la cura mediante una atrevida intervención quirúrgica a un vecino de Águilas llamado Agustín Escanez que trabajaba en una fundición en 1846,al que en principio asiste de unas gravísimas lesiones y luego le amputa el brazo derecho asistido y aconsejado por su “digno amigo y comprofesor”,Vicente Juan y Blanes, cirujano éste último ejerciente a la sazón de Cuevas de Almanzora.
La historia clínica que puntualmente comento refleja muy bien el estado socio sanitario de la época y las condiciones de vida de los obreros tras un accidente laboral.
Agustín Escanez, vecino de la villa de Águilas, soltero, de regular estatura, constitución robusta, 33 años de edad. temperamento sanguíneo- linfático, buenas costumbres y de oficio jornalero, sobre haber padecido enfermedades infantiles, enfría un reumatismo fibroso muscular agudo que le acometía en la estación en que comúnmente se esplica esta dolencia, producido seguramente por la frecuencia con que la sufrida é infortunada clase á que pertenece, se espone a la influencia de sus causas predisponentes y ocasionales; sin embargo auxiliado(sic) por su juventud, arreglada vida y cierto desahogo que con su laboriosidad y prudente economía había adquirido, toleraba sin notable detrimento de sus fuerzas las rudas y debilitadas tareas á que estaba dedicado; pero una fatal é imprevista desgracia que esperimentó(sic), capaz de ocasionarle una pronta y desastrosa muerte, vino casi á inutilizar un hombre eminentemente útil, y á producirme el sentimiento de amputarle la estremidad torácica derecha: gracias á un eficaz recurso, sin el que contaría la sociedad un individuo menos, y su familia un disgusto mas .Ocupado en una fábrica de fundición, trabajaba el DIA 24 de abril del año de 1846 sacando de una gruta algunas espuertas de una tierra particular que se utilizaba en las operaciones de la fundición, hallándose sumamente comprometido por una masa enorme de peñascos que amenazaban ruina: efectivamente, á las cinco de la tarde del espresado día, se desprendió súbitamente del techo del subterráneo, considerable porción de tierra con varias piedras de mucho- peso, que le dejaron casi sepultado. Sus compañeros de oficio que se hallaban cerca, se apresuraron a sacarle pero aunque lo consiguieron con notable prontitud no pudieron evitarle el magullamiento general y el horroroso destrozo de toda la estremidad superior derecha: procuraron reanimarle u su modo, y habiéndole vendado (aunque muy malamente) el antebrazo, para cohibir la mucha sangre que perdía, decidieron conducirle a esta ciudad, a pesar de hallarse á cuatro leguas de mal camino: el sencillo, insuficiente y peor aplicado aparato que improvisaron, no evitó la versión de sangre en las cinco ó seis horas que invirtieron en la marcha, pues cuando el paciente llegó conducido en una caballería menor, sostenido por dos ó tres hombres, estaba ya empapada mucha parte de su ropa
Mucho había que temer por la vida de este infeliz, porque el estado en que me lo presentaron era el siguiente. Al constituirme en la puerta de la posada donde sus amigos y parientes pensaban colocarle, se ocupaban estos en bajarle á duras penas de la molesta cabalgadura en que le habían conducido, figurándoseme con la oscuridad de la noche, que lo que únicamente movieron era un cadáver sin el mas leve movimiento-
A continuación describe detalladamente el estado físico del herido que se hallaba desangrado y al borde del shock hipovolémico, describiendo la naturaleza, la multiplicidad y la gravedad de las lesiones de un politraumatizado muy grave:
"aquel inerte cuerpo; ni una palabra se desprendía de aquellos labios de cera; ni un ¡ay! exhalaba aquel pecho inmóvil. Su cabeza y estremidades cedían impulso de su misma gravedad, y el peso de su cuerpo se asemejaba al de la tierra. (...) Colocado sobre un mal jergón en posición supina la única posible, se notaba apenas la latente y lánguida vida por una respiración casi inapreciable, y un pulso estremadamente blando y filiforme: marmóreamente frió, é inespresivos los globos oculares, se hallaban descompuestas las facciones y el color de la piel no difería del de loa anémicos consumados; parecía quedarle poquísima sangre, y que el resto de vida que aun le separaba de los muertos tardaría en extinguirse por falta de pábulo: sin embargo no había espirado aun, y en medico de la desconfianza que inspira un cuadro tan desconsolador, me hice esta pregunta ¿no quedan elementos de vida para este joven pueda vivir? No pude contestarme afirmativamente, pero como no me hallaba profundamente convencido de la inutilidad de los recursos naturales auxiliados por la ciencia , la duda me infundió energía para luchar desesperadamente con la muerte, y me inspiró un irresistible deseó de probar todos los recursos mis limitadas luces me indicasen armado con aquel valor del profesor caritativo que espera en su fe y corazón, no perdí un momento en procurar la reanimación de aquel semicadáver; ansiando utilizar el tiempo, y los admirables y potentes recursos de la naturaleza. No me pude resolver a perderle de vista, temiendo el abandono y cansancio de sus compañeros, cuando se necesitaban las más atentas, y minuciosa solicitudes: mientras me esforzaba en retener aquella vida que parecía escaparse por instantes, conseguía enterarme del número, situación y gravedad de las lesiones y del orden con que se verificaban sus latentes funciones. Sobre el hombro y región escapular derechos a nivel de las primeras vértebras dorsales, de las últimas de este nombre, primeras lumbares y regiones glúteas existían un considerable número de equimosis de diferente extensión y profundidad, entre quienes aparecían desolladuras; pero la lesión principal, la que comprometía sin duda la existencia de este infortunado con la mucha sangre ya perdida, se hallaba en el antebrazo y carpo derechos.......lesión que no pude apreciar hasta las seis de la mañana"
Decide a la mañana siguiente amputarle el brazo y para ello recaba la colaboración de su compañero Vicente Juan y Blanes cirujano de Cuevas. La intervención sólo dura unos minutos. Entonces los cirujanos habían de actuar muy hábil y rápidamente ya que no existía la anestesia.
Decidido y aconsejado á la vez por mi dignísimo comprofesor don Vicente Juan v Blanes, decidimos unánimes la amputación circular y según el método de Dupuytren , por un poco mas arriba del límite superior del tercio inferior del brazo, pues aunque existían varios equimosis en la parte media y superior del órgano creímos poder conservar una buena porción de él, esperanzados en la reabsorción de la sangre extravasada(sic) a las ocho de la mañana, estaba preparado todo, y trece minutos después se hallaba la extremidad(sic) amputada en poder del sepulturero; pero aunque el paciente toleró la operación con admirable valor, calculando la mucha :pérdida de sangre que había esperimentado, y lo muy ordenado de la reacción , no perdí de vista la escasez de fuerzas administrándole caldos animales, interpolados con las sustancias blancas v con alguna cucharada de bebida antiespasmódica. Me dio esta prescripción resultados que me propuse, porque habiéndose desenvuelto una baja y tolerable fiebre, cuando en el cuarto día de la operación. Y el quinto de tratamiento levanté el aposito, observé con gusto la moderada y benigna supuración La calentura, que nunca inspiró temores, desapareció hacia el sétimo día de tratamiento y se le prescribieron entonces dos sopicaldos en las veinte y cuatro horas que el estómago recibió bien. Aumentaronsele los alimentos de fácil digestión gradualmente, hasta que se le puso la medicación el día trece.
El herido se salva tras laboriosos cuidados y una temible tromboflebitis de un miembro inferior que el enfermo supera. El tal Escanez tiene que abandonar su oficio de operario de una fundición y ha de meterse a pastor.
5. CURANDEROS, PARTERAS Y OTROS OFICIOS
Es indudable que el partido Judicial o médico de Vera alberga gran número de intrusos de la medicina
En La Unión de Domingo 11 de Febrero de 1849, (remitido en Vera y septiembre 26, de 1848) nº 67, pp. 47-48, se publica: "Cuatro palabras sobre curanderos, parteras y subdelegaciones con arreglo al reglamento de sanidad interior del Reino".En este artículo ataca abierta y duramente a los subdelegados de Sanidad Ostentaban siempre éste cargo los "médicos puros", que permiten la existencia -tal es el caso concreto de Vera- de un "asombroso número de curanderos y parteras"; polemizando además sobre el problema de que la subdelegación de Sanidad nadie pensaba podría ser representada por el "profesor de Cirujia" que estuviese más capacitado para ello. El subdelegado de Sanidad a la sazón en Vera era el médico Salvador González Pérez, quien posteriormente tiene mucho que ver con la renuncia de Vicente a su plaza de Cirujano titular.
El anteriormente citado, es un escrito muy significativo para conocer (bajo el filtro apasionado con que Vicente combate al personal paramédico que cura, siempre tan abundantemente necesario en la comarca donde él ejercía,) el estado de la Medicina popular y el curanderismo en el medio rural almeriense de mediados del siglo XIX. Con su prosa grandilocuente y pedante y casi viperina, Vicente insulta a los intrusos llamándoles "perjudiciales; asquerosos y cínicos" que damnificaban a la clase quirúrgica especialmente. "Esa plaga de intrusos que se observa por do quiera, diezmando la población". Condena a los subdelegados de Medicina a los que hace responsables de permitir el intrusismo, pues "han visto y tolerado con marmórea indiferencia la satánica barbarie con que asesinan al enfermo o al que solo ha creído estarlo".
Se persigue cruelmente al despreciado cirujano que tuvo el atrevimiento de consolar a un infeliz enfermo abandonado de todos, prescribiéndole un grato e inocente refrigerante, y cuando el perseguido y castigado profesor esperaba con derecho e impaciencia una medida decisiva que cortase de raíz tanto abuso e intrusión en su profesión por los mismos tal vez que penitencian su insignificante descuido, nacido muchas veces de la caridad....etc.
A los cirujanos sin embargo se les persigue a la más mínima oportunidad cuando por caridad prescriben algún medicamento que es estricta misión de los médicos puros. Esta sola disposición (........) coloca a los cirujanos, si posible es, en la peor posición que hasta ahora han tenido.
Sobre los curanderos opina:
"Imposible parece, pero es una triste verdad reconocida por todos , que individuos tan perjudiciales; asquerosos y cínicos como los héroes a que este desaliñado comunicado se refiere, figuren de algún modo en la sociedad y vivan tranquilos ,a la sombra de la ignorancia, monopolizando á las sufridas clases médicas (A la quirúrgica particularmente) sus justas prerrogativas y bien adquiridos derechos, chupando el escaso producto del sudor del pobre, !a abundancia del imbécil rico y burlándose de la punible tolerancia de las autoridades que tan celosas deben ser en administrar justicia.. Cuando las ideas de general reorganización corren por todo el globo, con la rapidez meteórica y penetran desde los regios alcázares, hasta la humilde morada del bracero ó la miserable y solitaria cabaña del aislado pastor, es incomprensible la existencia de seres tan degradados que revelan la infancia de los pueblos y trazan la vergonzosa página. de la historia de la civilización moderna. Mengua de las autoridades y baldón de la actual generaciones esa plaga de intrusos que se observa por doquiera diezmando la población, señalando sus huellas con lágrimas de sangre vertidas por desvalidos huérfanos desamparadas viudas y padres cariñosos, y desacreditando la importante y sublime ciencia de curar. Toleren y aún protejan algunos subdelegados de medicina y cirugía el vil tráfico que con el inapreciable don de la salud se hace, las atrocidades, espoliacones y asesinatos cometidos por aquellos que tan bárbaramente juegan con la vida del hombre, que no ha de faltar por cierto quien condene y anatematice sus maldades con toda la energía que inspira la convicción y la rectitud de un corazón que rechaza las injusticias arrancando la máscara que los disfraza y presentándolos á la vista pública con toda la fealdad y miseria de sus de sus obras. Que contrástese observa entre la tolerancia y protección que por muchos se dispensa a los curanderos y el rigor, hasta inhumano en ocasiones, con que se trata a la clase quirúrgica siempre humillada ,siempre escarnecida, constantemente vilipendiada ¡no parece sino que aun se procura ahogar por varios las justas quejas de toda una clase tan respetable, y no nos sorprenderá se intente algún día que la víctima bese la mano al verdugo!.... pero el brazo de Dios levantado ya sobre las orgullosas aunque huecas cabezas de sus tiranuelos, evitará semejante humillación y la purificará como merece del hediondo fango, donde por tanto tiempo la han tenido envuelta: llegará sin duda el día de la justicia: lucirá para la cirugía y sus buenos ministros el sol que alumbró a Pérez de Herrera, Mercado, Fragoso, Porcel etc se romperá como débil caña el omnímodo poder de los que oprimen a sus descendientes: rodará por tierra el pedante orgullo de los que nos insultan y escarnecen, debiendo ser los primeros a engrandecernos, y renacerán para la clase los tiempos del Emperador Carlos V y de Felipe II en que se apreciaba la cirugía y premiaba a los buenos cirujano. Desconsolador por demás es el cuadro que ofrecen todos o casi todos los pueblos de la monarquía con las atrocidades que los curanderos comente con la humanidad doliente, sepulcros se abriesen vomitando las innumerables víctimas que tienen sacrificadas confundidos y aterrados quedarían los magnates y las autoridades médicas, que pudiendo haber remediado o puesto coto al mal, han visto y tolerado con marmórea indiferencia la satánica barbarie con que asesinan al enfermo o al que solo ha creído estarlo de un modo diametralmente opuesto se conducen dichas autoridades cuando creen que un cirujano ha ordenado a un enfermo con una gastritis por ejemplo; una emulsión gomosa; en estos casos se pone el grito en el cielo, se dice que hay intrusión se persigue cruelmente al desgraciado que tuvo el atrevimiento de consolar a un infeliz enfermo abandonado de todos."
Reivindica las subdelegaciones de Medicina para la clase quirúrgica y arremete contra los médicos de su partido a los que acusa de intrusismo en las labores de la Cirugía diciendo
"Porque señores cansadísimo estoy de oír quejas de los médicos contra los cirujanos diciendo se intrusan en su profesión y si yo quisiera llenar columnas del periódico de intrusiones por el contrario no sé hasta donde legaría su número: y no se diga sea esto una suposición gratuita porque poseo pruebas indestructibles que hablarían alto en su caso contra muchos profesores médicos de este partido."
Luego continúa las terribles y funestas consecuencias de las actuaciones de los curanderos sobre la salud de la población infeliz”animados por la vergonzosa incuria de las autoridades”.
Como es asombroso el número de curanderos y parteras que abriga este partido judicial, para ser devorado por ellos no se estrañará el corto numero de casos que he tenido habiendo observado en cada uno una horrible desgracia y pasado por un terrible compromiso. Quisiera haber visto en todos ellos a las autoridades médicas que tan en olvido tienen á los cirujanos, y que pudiendo haber mejorado su precaria posición, parece que se han ocupado en empeorarla, para observar el giro que tomaban sus disposiciones sobre curanderos, parteras y arreglo de partidos lo quisiera también para que apreciasen debidamente los incalculables males que su tolerancia ocasiona, y las amarguras que experimentan(sic) los cirujanos ; porque creo, que sin participar de ellas no es posible darlas su justo valor.. En fin. Si una medida decisiva no hace desaparecer para siempre la mortífera legión de curanderos y parteras, sucumbirán los profesores a impulso del hambre unos y al dé la desesperación oíros. —Vera y setiembre de 1848. — MANUEL VICENTE.
Y concretándose aún más sobre las parteras (mujeres que atendían partos sin ninguna titulación) no es menos duro
"Mil y mil parturientas dejan de existir entre las penosísimas agonías de un parto trabajoso por las bárbaras operaciones del intruso comadrón ó asquerosa partera, que con incalificable atrevimiento arrostran los inconvenientes y eventualidades de un acto tan delicado y sublime y muchas de las primeras que sobreviven después de luchar con la muerte-, llevan una vida cercada de tormentos, hasta que un prematuro y fatal término acaba con su mísera existencia. Innumerables fetos bien organizados y mejor nutridos no llegan á ver la luz: porque la inútil partera no supo practicar una sencilla operación, ó porque si su brutal ignorancia la inspiró, alguna, no pudo tener otro resultado que la muerte del feto por estrangulación: así es como se hacen sacerdotisas de la Diosa Bowaiene; así es como priva a la sociedad de infinitos miembros, y á las madres el caro fruto de su legítimo amor. Los manes de todas estas inocentes victimas sacrificadas ferozmente a la sórdida ignorancia"
En el 7 de enero de 1849 escribe:"Parto de dos gemelos.-Ataques de eclampsia.-Terminación del parto por medio d instrumentos. Desarrollo de una gastro-entero.neumonitis.-Muerte entre el sétimo (sic) y el octavo día.-"
Refiere un caso de una parturienta atendida por él en Octubre de 1844 por Eclampsia (entonces frecuentemente mortal). No le gusta la presencia de una partera que luego lo denuncia. Prescribe una sangría, llama a sus compañeros, que desestiman sus apreciaciones, abandonando el caso. Vicente no abandona porque le interesa conservar a ésta parturienta de 21 años por "pura amistad".Decide extraer manualmente los fetos, que nacen muertos., y las secundinas. La enferma se recupera pero entre el 7ª y 8ª días "una mortal gastro-entero-neumonitis, sustituyó a la eclampsia y coma congestivo", proceso del que nuestro cirujano describe detalladamente los síntomas. Una partera cree que el cirujano produjo la infección y se le acusa de infanticida. Vicente por su parte arremete contra las parteras (En ese tiempo ejercían al menos cuatro en Vera) llamándolas: “mugerzuelas,” oprobio de la sociedad, y “excrecencia mortífera de la especie humana". Los médicos tratan a la enferma al uso de la época. La enferma empeora y muere. Ventosas, cataplasmas, sanguijuelas, vegigatorios, emolientes, jarabes pectorales y unturas, no hacen efecto.
En el número siguiente de la misma revista, y en la sección de “Reflexiones”: justifica su actuación demostrando en su disertación una gran preparación.
Sobre las parteras de Vera vuelve a manifestarse muy duramente:
"demandan el castigo de los culpados y maldicen desde el limbo los tiempos en que se permitiera por las autoridades competentes el ejercicio de una parte de las instituciones médicas tan delicada, importante y sublime, a unas mugerzuelas sin instrucción sin moralidad y sin corazón. Es un horrible escándalo lo que sucede en este sentido a ciencia y paciencia de los subdelegados porque además se priva a las parturientas de experimentar las dulces emociones del a maternidad, y se las borra el dichoso porvenir que cifraban en la vida de sus hijos. Solo en algún caso extremo, cuando a la naturaleza y á la cirugía no les queda recurso alguno, suelen llamar al profesor, para que esperimente (sic) el profundo sentimiento de presenciar la muerte de uno, dos ú mas seres y destruya en un momento en un momento la reputación que á fuerza de tiempo y estudio adquiriera. Entre los innumerables cirujanos que experimentan lo que dejo indicado, se halla el que suscribe el presente escrito, que piensa ir haciendo una pálida reseña de los partos que ha asistido, en los cinco años que hace se estableció en esta ciudad."
En el siguiente artículo demuestra su excelente preparación teórica y su muy buena experiencia práctica empleando nuevas diatribas contra las parteras. Se trata del publicado en el nº 71 del domingo 1 de abril de 1849:“Parto laborioso por contrición del cuello uterino y falta de movimiento de rotación de la cabeza del feto: estracción: metro peritonitis:gastro-colitis:cistouretritis.Curación”- .Aquí arremete otra vez contra los médicos del partido y las parteras a la vez que diserta sobre la asistencia a un parto muy complicado del que se lamenta no lo hubieran llamado antes en que nace un niño muerto y luego surge una peritonitis ,colitis y e infección urinaria de las que sale la parturienta felizmente a pesar de la terapéutica empleada de cataplasmas, sangría, lavativas y sanguijuelas estas últimas aplicadas en vientre , ano y hasta en la vulva.
V. LA RODILLA DEL JUEZ Y LA RENUNCIA A LA TITULAR
Y en Noviembre de 1849 se le publica en La Unión una especie de tratado teórico-práctico fechado el 31 de agosto de 1849, con el título:"Memoria y caso práctico sobre hidrartrosis" en el que diserta largamente por largas entregas en varios números de la revista y en dieciséis o diecisiete apretadas y muy bien documentadas páginas sobre el concepto, anatomía patológica, causas, formas clínicas (citando autores extranjeros, Petit, Blandin, Majorlin, etc.), pronóstico y tratamiento de la hidrartrosis. Esta larga exposición teórica no deja de ser una explícita justificación de lo que sigue: el caso del juez invalidado. Y para que nadie pudiera decir que nuestro cirujano sabía poco sobre la afección que le cuesta irse del pueblo, diserta largamente sobre la enfermedad referida.
Expone el caso de D. Mariano Valdenebro, Juez de 1ª Instancia de Vera, de 35 años de edad, casado, refiriendo que el médico que lo trataba, lo diagnosticaba y lo estaba curando mal por ser la hidrartrosis un proceso quirúrgico que correspondía tratar a los cirujanos (llama por eso al médico “intruso en Cirugía”.) Vicente intenta curar durante varios meses a éste juez que tras una simple caída es diagnosticado de “hidrartrosis” iniciando el tratamiento con los procedimientos de la época. Primeramente le aplica sanguijuelas, cuyas picaduras se infectan (aquí comienzan los problemas.) El enfermo se va complicando cada vez más de la rodilla. Tras varios meses de tratamiento (finalmente con vejigatorios de cantáridas y moxas) la cosa se complica más y lo que pudo ser nada, acaba produciendo al Sr. Juez una parálisis de los miembros inferiores. Esto hace que tras estas complicaciones el enfermo exija una consulta entre varios médicos lo que acaba con don Manuel Vicente desprestigiado ante sus compañeros y las personas influyentes del pueblo. El alcalde de la ciudad de Vera en aquellos momentos era el médico Don Salvador González Pérez que a su vez ostentaba el cargo de subdelegado de sanidad y en legislaturas anteriores había sido teniente alcalde (AMV. Actas capitulares de 1845 y 1849) Don Salvador junto al juez, hacen que Manuel Vicente tenga que renunciar la titular de cirujano de Vera por sentirse perseguido “por las autoridades civiles y judiciales”y herido en su prestigio profesional.
Así lo testimonia nuestro cirujano, en su comunicación a La Unión de agosto de 1849.
"Observación.- Don Mariano de Valdenebro, Juez de primera instancia de este partido, de 35 treintaicinco años más o menos de buena constitución, moreno y de mediana obesidad. Padece hereditariamente en la cara y dedos de las manos, una de las variedades del fuego herpético, que desaparece con frecuencia y reaparece con la misma sin casa apreciable;(.....) En uno de los días del mes de marzo último frió lluvioso como en este país pocas veces acontece (con esto sabemos que entonces tampoco llovía demasiado) tropezó fuertemente al subir una escalera y llegando a dar con la frente en una pared inmediata se medio conmocionó y calló (sic) sobre las rodillas que experimentaron la fuerza del descenso y los efectos indispensables de la no poca pesadez de su cuerpo... Repuesto prontamente de la conmoción con que le hizo caer, sintió bastante dolor en la rodilla derecha pero pudo levantarse bastante bien y volver por su pie a su casa distante de allí como doscientos pasos. Al dirigirse a ella sin apoyo de nadie, observe desde cierta distancia que claudicaba y llegándome a hablarle movido del deseo de socorrerle, sí necesitaba socorro alguno me contó la ocurrencia y que en la rodilla derecha experimentaba dolor no muy intenso pero que le hacía cojear."
Continúa la historia clínica detallada del accidente del Juez
"Indicádome terminantemente le siguiera hasta su habitación, hícelo así en cumplimiento de mi deber y del celo con que desempeño todos los actos que me impone la profesión Descubiertas las partes que habían experimentado(sic) la acción del golpe, note una contusión en la frente , situada precisamente cerca de la raíz del pelo, de primer grado y del diámetro de una peseta, y en la rodilla derecha que acusaba dolor, no me fue posible apreciar alteración alguna. Sin embargo, considerando la estructura y funciones de la articulación resentida, le previne la quietud, el uso de los resolutivos, que no despreciase aquel incidente porque podría resultar una enfermedad de alguna gravedad siempre pesada en su curso y terminaciones; y que en cuanto a la contusión de la frente podía descuidar, pues aunque siempre son atendibles las lesiones de la cabeza no me pareció oportuno inspirarle temor serio- Siguió puntualmente mis consejos en la larde y noche de aquel día y con tan buenos resultados que la mañana del siguiente sintiéndose bueno hizo un viaje de una legua contra mi opinión, en el carruage de mucho movimiento y con bastante frió y humedad :practicó sus diligencias regresando a su casa en la tarde del mismo día , no como había salido sino con la enfermedad articular que me temía y quise indicarle cuando le aconsejaba la quietud: observado en esta hora, presentaba les síntomas siguientes: (Parece que el juez empeora)
"Sensación de torpeza ó entumecimiento y debilidad en la articulación femorotibial derecha claudicación bien marcada ,poco dolor, tumor perceptible a simple vista en las partes interna y externa de la rótula, algo mayor en aquella que en esta ; cuyo tumor se aumenta algún tanto en los movimientos de flexión y al comprimir la rótula hacia la polea femoral, de que se halla a cierta distancia estando la extremidad en extensión no hay cambio de color en la piel de la articulación : el dedo explorador no deja cavidad a pesar del hundimiento, pues tan luego como cesa de comprimir se borra aquella: es tan manifiesta la fluctuación sin recurrir a medios ingeniosos para producirla , que no pudo dejar de apreciarla aun al menos versado. Todas las funciones se ejercen con regularidad y el pulso está en su estado normal. Desde luego se comprende que siendo el paciente acreedor, como todo el que padece, á la consideración del facultativo que se llama para que le restablezca la salud o haga la enfermedad menos molesta y revestido de la autoridad que ejerciera el enfermo, con la que con precisión debo rozarme, haría mis investigaciones con esmero y calma imprimiría a mi cerebro hasta la más insignificante particularidad , y me dedicaría esclusivamente á conocer su enfermedad , reteniendo el cuadro sintomatológico que dejo indicado y refiriéndolo á aquel tejido de los del aparato articular con quien estuviese en armonía y con el que se pueden esplicar satisfactoriamente los fenómenos morbosos apreciados; en su consecuencia hice el siguiente.
Por fin tenemos el diagnóstico:
Diagnóstico. Hidrartrosis simple, de carácter ó índole crónico,
Ordena el tratamiento con sanguijuelas que pronto se complica
Prescripción. Quietud absoluta de la extremidad enferma, cataplasmas emoliente repetida de seis en seis horas que la articulación soporta bien y la aplicación de quince buenas sanguijuelas a los lados de la rótula que tuvo lugar en la tarde desde el día tercero contando desde el momento que dio la caída cuyo apósito produjo una evacuación regular: encargando al mismo tiempo el abrigo en cama.
Las sanguijuelas se infectan
Se siguió esta medicación con puntualidad los días 4º /5 y 6. °: pero tres ó cuatro picaduras de sanguijuelas se habían inflamado desde el día siguiente, las cuales principiaron á dar alguna supuración en el día tercero de dicha aplicación. Este incidente que con tanta frecuencia ocurre cuando se hace uso de esos anélidos, no solo dejaba de infundir terror, sino que lo consideré eminentemente favorable para la extinción (sic) de la irritación inflamatoria capsular y la absorción de sinovia acumulada. Sin embargo, el paciente estaba incómodo creyéndolo de alguna gravedad. Prescripción: Se le aplica por mañana en cada una de las picaduras supuradas un parchecillo del ungüento de la tesorera, en quien tiene el enfermo mucha mas fe que yo; pero por la insignificancia de la indicación, no tuve inconveniente en condescender con sus deseos respecto este punto: con la palma de la mano y de un modo bien fuerte se fricciona cuatro veces al día la superficie articular con diez ó doce gotas de éter acético, exceptuando(sic) los puntos supurados que de antemano están defendidos con los antes indicados parchecitos: frecuentes fomentos y cocimiento emoliente y la continuación de los auxilios de la anterior prescripción.
El enfermo no progresa. Empeoraba. Era tal vez peor el remedio que la enfermedad. Culpa nuestro cirujano al mismo juez enfermo de su mala evolución, por estar muy mal aconsejado por “el médico que lo visitaba”.
"se ejercían los movimientos con entera libertad, era imposible apreciar acumulo alguno de sinovia, ni aun con los medios mas ingeniosos, la enfermedad tocaba a su fin, y algunos días de paciencia por parte del enfermo hubieran bastado á apurar la alteración de la membrana sinovial, que a la sazón debía ser ya insignificante La prudente quietud con el uso bien dirigido de la venda de franela, hubieran consolidado la curación estinguiendo la irritación latente del órgano escretorio ó su irritabilidad pronta a elevarse y reproducir la afección con el mas pequeño motivo : mas la impaciencia del enfermo que observaba la facilidad los movimientos articulares, y la natural figura de la articulación , le confiaron hasta el estremo de salir a calle dos días seguidos y estar de pie algunas horas. No participaba yo de la ilimitada confianza del paciente, y aunque se lo hice entender de un modo bien esplicito (sic), no tuve la satisfacción de que me creyese y siguiera mi opinión, haciendo su gusto u obedeciendo tal vez las inspiraciones del médico que con frecuencia le visitaba y que en tan armonía estaba con el natural deseo que aquel tenia de dejar la cama y permanecer por mas tiempo en la inacción:digo las inspiraciones del médico porque se a no dudar que decía mi cliente que no tenía nada y que exageraba yo la gravedad de la enfermedad y las consecuencias que podía tener repetidas estas aserciones con mucha frecuencia llegaron a convencer al enfermo y su familia y acabaron por crear unas sospechas contra mi que me ofendían hasta el extremo de cualquier modo que después de los dos indicados días reapareció la hidrartrosis con los mismos síntomas qué la primera vez.. aunque me pareció que ahora no era tanta la cantidad de sinovia acumulada. Pero como vivía el enfermo en la creencia de que su enfermedad era simple y sin posibles resultados de entidad, no me pareció oportuno aún valerme de aquellos ausilios (sic) terapéuticos que haciendo padecer por su modo de obrar al enfermo, están sin embargo imperiosamente indicados en esos casos, por ser de prontos y felices resultados- Quise todavía encomendar a la naturaleza y a medios sencillos, la curación de la afección temiendo no se me acusase de echar mano de re-medios cuyo modo de obrar es enérgico y que no estaban en relación con la supuesta simplicidad de la dolencia. Bajo este concepto:
Prescribí. Quietud como antes en cama, compresión con la venda de franela suave y lodo lo igual posible, algunos fomentos astringentes y diuréticos refrigerantes; cu-ya medicación sostenida por nueve ó diez días produjo un resultado ventajoso, pues se halló el enfermo en estado de levantarse y salir a la calle salir a la calle".
Las procesiones de la Semana Santa veratense de 1849 empeoran la situación:
"Tan marcado era el buen estado del este enfermo, se ejercían tan bien todas sus funciones y tan natural el aspecto de la articulación afectada, que creí en esta ocasión no solo se había verificado la total absorción de la sinovia, sino también la completa extinción(sic) de la irritación inflamatoria, y aun de la irritabilidad de la membrana sinovial: pero me engañaba a pesar de las pruebas que practiqué con el fin de averiguar si existía aun algún resto de la enfermedad, o la aptitud a reproducirse sin nueva causa; porque habiendo salido el enfermo en la tarde del Jueves Santo y la mañana del Viernes, con motivo de presenciar las funciones de Pasión que se hacen en esta ciudad, tuve el triste desengaño en la tarde del expresado Viernes Santo, de conocer mi error al creer asegurada la curación- En efecto, si en esta ocasión llegó el caso de ser para mí desconocido el verdadero estado de la cápsula sinovial, el poco ejercicio que permitiera al enfermo, me abrió el camino para salir de este error, y me infundió la suficiente resolución para atacarlo mas enérgicamente; cosa que seguramente hubiera hecho antes, si hubiera ignorado los consejos y sugestiones del intruso(El intruso era el médico que lo trataba) y la creencia en que estaba el enfermo, ya me pareció insuficiente la repetición de los remedios empleados y el uso de otros de iguales propiedades; porque en pocas horas la membrana sinovial había segregado una buena cantidad de humor, los tumores de los lados de la rótula eran algún tanto ovoiformes, la separación del hueso movible de la articulación de la polea femoral se notaba fácilmente. La torpeza en los movimientos y la claudicación volvieron a pronunciarse, y no quedó un síntoma ni signo de la hidrartrosis, que no se manifestara nuevamente y con caracteres más espresivos que antes"
nte el evidente empeoramiento de la rodilla del juez, el tratamiento ha de ser más efectivo. Es necesario emplear los vejigatorios y las cantáridas:
"Prescripción. Quietud en cama y dos grandes vegigatorios alcanforados que cubrían toda la superficie articular exceptuando la corva, y que excedían una pulgada de los límites el tumor sinovial; cuyas cantáridas estuvieron aplicadas diez y siete ó diez y ocho horas; tiempo suficiente para que se obtuviera de su acción el objetivo apetecido, la vesicación. Exageraba el enfermo cuanto podía el padecimiento que produce esta medicación, porque sin haberse presentado en consecuencia de ella síntoma alguno general» aseguraba no consentir jamás en aplicarse otros vegigatorios, y contaba cuantas personas entraban á verle, la crueldad con que se le trataba: llegó a decir como de broma, que estaría yo de acuerdo con los que le querían mal para hacerle padecer o inutilizarlo; y aunque estas expresiones no podía yo menos de apreciarlas según el tono con que las pronunciaba, v con arreglo a la amistad que teníamos, creo ahora que si en efecto, no lo sentía tal y como lo decía, estaba persuadido de que mi equivocación le hacía padecer sin fundado motivo. Si aquellas expresiones las hubiera vertido formalmente las habría rechazado como facultativo y estrellado en su frente como hombre: ni de un modo ni de otro podía yo haberlas tolerado"
Todo el mundo tiene derecho a opinar sobre la enfermedad del juez y la forma de ser tratada
"Los entrantes y salientes, los aduladores de oficio, y los que con interesadas miras halagaba sus preocupaciones para influir en su ánimo y sacar partido de su sencillez y credulidad alimentaban tan descabelladas ideas: le decían unos ¿cómo es que una causa tan insignificante, una simple caída sobre las rodillas, ha producido una enfermedad tan larga? decían otros; una enfermedad que no duele, no quita el sueño ni el apetito, ¿cómo es que necesita un remedio tan activo como los vegigatorios que tanto hacen sufrir? replicaban aquellos; no teniendo en la rodilla llaga, rubicundez, ni dolor ¿cómo es que se ha hecho tal disparate? estos; ¿porque no se levanta vd. y despide al facultativo? Todos concluían asegurando que yo me había equivocado; y en fuerza de la repetición de estas interesadas y maliciosas sugestiones, se dio por cosa evidente cierta mi equivocación. Pero no crea la Academia que eran muchas las personas que en tan mal lugar me ponían, no: eran dos señores médicos que no podían ver sin celos, las consideraciones con que hasta entonces me tratara el enfermo y el concepto que me he conquistado no por mi suficiencia (que creo nula) sino por mi fortuna. Uno de estos dos hijos de Esculapio que esperaba de la autoridad de don Mariano de Valdenebro una cosa que por ahora no me parece oportuno manifestar, porque no se roza con la profesión que ejerce(sic), se arrastraba hasta los pies de este para conseguir su amistad sin pararse en los medios de conseguirla: conoció el flaco del enfermo, y con menosprecio de la moral médica y de la verdad inseparables compañeras de la honradez y probidad inventaba intrigas para hacerle creer la conducta equivoca con que yo había dirigido la enfermedad, según su opinión. Sabía yo todas estas imposturas e intrigas porque tengo muchos más amigos que el juez, y muchísimos más que las personas interesadas en perjudicarme: pero fijo siempre en mi propósito de curar al enfermo, despreciaba por entonces cuanto mis enemigos propalaban. En efecto, á beneficio de la supuración producida por los vegigatorios, se observo á los seis días que se deprimían los tumores sinoviales y se facilitaban más y maslos movimientos articulares; y cuando estaba ya casi formada la nueva epidermis y era nulo el movimiento supuratorio de la piel, me resolví a la siguiente:
Prescripción. Compresión suave é igual á la articulación enferma por medio de la venda de franela, y un purgante minorativo hecho con la infusión de hojas de sen y tremor tártaro, administrado de tres en tres días que llevaba bien el enfermo y que le producía de tres a cinco deposiciones.
El mismo enfermo comienza a rechazar los diversos tratamientos
Antes de hacer uso de estos ausilios, había desaparecido de los dedos de las manos un poco del fuego herpético que tenían, y aunque quise hacerle desaparecer con alguna fricción de pomada estibiada, no permitió el enfermo su aplicación, protestando que aquella desaparición era natural como otras muchas veces había sucedido. De cualquier modo la absorción del acumulo sinovial, y la facilidad de los movimientos articulares seguían adelante, y cuando la fluctuación era ya imperceptible, se presentó en toda la superficie articular una erupción que produjo en mi concepto muchas mas ventajas que todo lo que se había practicado, y que evitó tal vez otra aplicación de vegigatorios, ó el uso de las pomadas del nítralo de plata y aun de las moxas. Efectivamente, una infinidad de granitos y vesículas lenticulares que cada una daban una gotita de pus seroso, fue el más poderoso revulsivo para facilitar la absorción intra capsular y la estinción de la irritación de la membrana secretoria: participé al enfermo mi opinión, y le aseguré a la vez que aunque aquel fuego le incomodase algunos días, podía confiar en su bondad, por cuanto destruiría el resto de la enfermedad y aseguraría la radical curación: pero prevenido ya contra mi, y sin confianza en mis conocimientos por las maliciosas inspiraciones de mis enemigos, á quienes no comprendía ni conocía sus intenciones, estaba intranquilo y creía que la erupción era producto del error que me indujo a aplicarle los vejigatorios: de modo que este incidente tan útil en mi opinión, acabó de quitarme las dudas que respecto al enfermo tenía aún, y sirvió de nuevo pretesto para que mis detractores me inculparan á mansalva con mas crueldad y fiereza, propalando invectivas que se acogían por el enfermo y solo por él. Tuve aun la suficiente paciencia para esperar la desecación de la erupción, que no se verificó hasta los catorce ó quince días, a pesar de los fomentos emolientes y anodinos primeramente, y resolutivos después: pero llegó el día tan deseado por mi y como tenia previsto encontré la articulación sin acumulo sinovial, con estensos y fáciles movimientos, y sin otro síntoma que indicara la continuación de la enfermedad: mas deseando asegurar la curación, y restablecer el tono natural de la articulación, se prescribió: cuatro fricciones cada día a la articulación con el linimento volátil, simple al principio y alcanforado después: se suprime el uso de los purgantes, y se permite al enfermo levantarse, y que principie a dar algunos pasos por su habitación apoyado en una muletilla para evitar que el mucho peso de su cuerpo gravitara sobre la extremidad inferior derecha. A los siete u ocho días del uso de esta última prescripción quedaba únicamente en la articulación la natural e inmediata consecuencia de una enfermedad larga y que había necesitado condenar el cuerpo por mucho tiempo a la inacción: esto es, la debilidad.
Al no poder con la enfermedad, Manuel Vicente Martínez envía al Juez Valtenebro a los baños de Alhama de Murcia
Por ella, aconsejé la continuación de las fricciones alcalinas por algunos días más, el ejercicio muy graduado con muchas precauciones, que tomase los baños termo minerales de Alhama de Murcia, y en el caso de que su ministerio no le permitiese ir al establecimiento, se le darían en tina imitándolos en lo posible.
Tras esto se convoca una consulta de varios médicos entre los que se encontraba Don Salvador González Pérez, alcalde y subdelegado de Sanidad, el cirujano Vicente Máñez y Grana residente en Almería y otro médico que no se menciona pero que seguramente era Don José Latorre Campoy
Convencido y asegurado ya de la radical curación de la enfermedad volví la vista hacia mi honor ultrajado; y para colocarlo en el lugar que yo creía debía ocupar, provoqué una reunión de facultativos desinteresados y que por su carrera y práctica, conocieran á fondo la afección cuya historia .procuraría hacerles del modo mas exacto que me fuese posible. En el curso de la dolencia, había propuesto varias veces al enfermo una consulta, pero sin saber porque no lo pude conseguir; y mientras el paciente me aseguraba la confianza que decía tener en mí, llegaban a mis oídos todas las intrigas y falsedades puestas en juego por mis comprofesores creídas y aún alimentadas por la misma persona y su familia. que conmigo se explicaban en otro sentido. Lo único que pude obtener a mi justa demanda, fue, que tuviera la consulta con los dos médicos aparte desde luego de una amistad interesada solamente en sacar partido de mis escasos conocimientos, en a profesión que honradamente ejerzo.
Intenta convencer a sus compañeros reunidos en consulta de que su actuación había sido científicamente correcta
Hice la historia de la enfermedad con exactitud y sencillez, manifesté el método curativo que había empleado, y que condujo á la radical curación. Confesaron unánimes que en la articulación no quedaba vestigio alguno de la enfermedad; mas, el consultante pleitista en un largo y monótono discurso vino a decir que aquella sensación de debilidad que en las estremidades inferiores se sentía, no era debilidad, si no parálisis, y que con los baños de aguas del mar se curaría: y esto se redujo su discurso. Efectivamente con el primer baño que tomó el enfermo con el agua de la mar templada, dijo el paralítico que ya estaba bueno. ¿No es este un milagro como el que Jesucristo obró con las aguas del Jordán? ¿Quién había de decir que en año 1849, se habían de curar los paralíticos con un baño de agua de mar templada? ¿Qué cuidado hay ya de contraer esa terrible enfermedad cuando queda extinguida con remedio tan sencillo? “Cito tuto est jucunde? ¿De que sirven los heroicos remedios aconsejados por eminentes prácticos contra las parálisis sino de atormentar a los míseros pacientes? Bórrense de las materias médicas, porque el señor don Vicente Mañez ha encontrado la piedra filosofal: a él se le debe ese grande é inapreciable descubrimiento con el que la especie humana está ya libre de esperiementar (sic) las terribles consecuencias de una enfermedad tan frecuentemente incurable. No se asombre la Academia, ni se sonría el mundo médico, porque el señor Máñez y el señor don Mariano de Valdenebro, interesados en mi humillación y un cirujano que a la sazón se hallaba en esta ciudad con motivo de transigir un pleito con uno de sus parientes; de cuya transacción esperaba sacar partido halagando las ideas del juez y adulando sus creencias- Todos cada cual á su modo, tenían interés en perjudicarme aun cuando conocía yo. No tuve inconveniente en admitir aquella impropia consulta con dos facultativos desautorizados y enemigos y uno poseído del interés pecuniario, porque lo que únicamente me importaba, era saber si las seguridades ofrecidas por el enfermo y su familia, eran tan sinceras como se me había asegurado. Afortunadamente comprendí lo que deseaba y me lo aseguran y no hay que replicar. Comprofesores ¡aprender... Aprended... no os riáis este asombro, ni calculéis las causas de esta milagrosísima curación.
Siguen opinando sus compañeros:
"Otro de los sapientísimos consultantes prescindiendo de la naturaleza de la enfermedad en cuestión, de su marcha y del método curativo empleado, dijo enfáticamente que las membranas sinoviales son escesivamente sensibles que no podía haber inflamación en ellas, sin que el enfermo esperimentara acerbísimos dolores, y que la palabra hidrartrosis, no significa lo mismo que hidropesía articular. Su cortísimo discurso se redujo á esto: pero empeñado en que creyéremos sus aserciones, sin probarlas con razones anatómicas y de dialecto medico, no se tomo el trabajo de convencernos, mas que los monosílabos si y no. Creo, que esto no prueba mas, que unía de dos cosas; ó una profunda ignorancia del punto que se discutía y del lenguage medico, á pesar de haber asegurado en cierta ocasión el Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia que los médicos estudian el griego, o un plan combinado para herirme y sorprenderme. Tal vez. y sin tal vez se una cosa y otra. De cualquier modo es digno de compasión o desprecio el hombre que sin ninguna copia de razones suelta expresiones que no es capaz de sostener, aunque sea con sofismas. El último que tomó la palabra, digno alcalde de esta ciudad, y dignísimo subdelegado de Medicina y cirugía del partido dijo: que con sin perjuicio de que se trataba de una enfermedad quo no era de su profesión,,no hubiera aplicado sanguijuelas a la articulación afecta, porque favorecen con frecuencia a la supuración y porque es el enfermo de temperamento linfático: que no se podían conocer las alteraciones de las cápsulas sinoviales , sin confundirlas con las de los demás aparatos articulares: que había sido poca la cantidad del humor acumulado, y en fin, que el método empleado por mi curaba unas hidrartrosis y otras no."
Insulta como se ve al señor alcalde (y subdelegado de Medicina) que era uno de los médicos que discrepaban de su actuación durante el desarrollo de la consulta convocada
"Estas sandeces merecían acaso contestación? No señor porque son dignas del desprecio y solo dignas del talento de quien las producía. Sin embargo, me preparaba á ridiculizarlas, como á las de los otros, y se me dejó con la palabra en la punta de la lengua, diciendo la señora de la casa y del ya curado caballero "vamos, vamos á lo que importa, dejemos eso, y veamos lo que en adelante se hade hacer” es decir, no quiero que contestes con las ventajas que tienes sobre estos dignos hijos de Esculapio y curar la parálisis del enfermo.....¿No fue este un medio noble de impedirme la defensa?"
Y con tristeza, finaliza:
"Salí de aquella casa donde había prestado tantos servicios para no volver a entrar, y con la satisfacción de haber curado la enfermedad. Satisfacción de que no me pueden -privar mis enemigos con sus intrigas y complots, aunque me ha valido el triste desengaño de conocer lo poco que podía y debía apreciar la amistad del enfermo y su familia. La crasa ignorancia y refinada malicia de unos facultativos intrigantes y egoístas y la persecución que hoy experimento en todo lo que la profesión se roza con las autoridades civil y judicial, hasta el punto de haber tenido que renunciar la titular ,y antes de dé ser despojado, y por evitar toda comunicación con dichas autoridades “
Que fue lo que determinó que el profesor Vicente Martínez abandonara el pueblo?
¿El afán de ocuparse de casos muy difíciles que no supo bien llevar como el del juez?
¿Su lengua mordaz? La mala relación con sus compañeros médicos y en especial con el alcalde y subdelegado de Medicina? Sus artículos atacando no sin razones a todo el mundo a diestro y siniestro?
Lo cierto es que en fecha de 30 de diciembre de 1849 nuestro hombre aparece como cirujano ejerciendo en el pueblo de Camarillas en la provincia de Teruel.
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